27 de junio de 2010

En un minuto...

Ella se fumaba las luces desde la ventana... Él, bueno, él se la fumaba a ella con la mirada. Esa mirada como ensoñada que tanto les pertenecía en media noche, en noche de luna llena... Él pensaba que ella parecía un personaje de aquellas películas que soñaba dirigir y la miraba acostado de medio lado desde la cama, medio cubierto por las sábanas; medio cubierto por su sombra. Pensaba en las casualidades de la vida, en sus labios y en el humo azul que se elevaba sobre sus cabezas, pensaba en la luz que se filtraba entre las espirales, y se asombraba al darse cuenta de que le evocaban una incontenible imágen de sus ojos. Se transportaba hacia su interior y tambén hacia el interior de Amelia. Su olor le invadía hasta los huesos y sentía que estába a punto de explotar...
Gerhard era tan suceptible a la mujer que se elevaba en el afeizar de la ventana, que estába conociendo la significancia de la palabra tántrico, o eso pensába al menos, ya que justo en ése momento se realizó del movimiento de una sombra sobre su cuerpo.
Amelia acababa de finalizar su rito. Ése cigarro que le elevaba hasta la última gota de saliva y la transportaba durante los cinco minutos que duraba en consumirse, al lugar de ensueños. A ése lugar lleno de laberintos, libros y mucho espacio por recorrer. A ése espacio de pensares meditabundos que no concluyen realmente en nada, pero en el cual la gente suele sumergirse, vivir y a veces hasta adecuar a la realidad.
Para ella, era su santuario. Al conectarse sentía que las palabras, emociones, momentos y sensaciones se apoderaban de ella y le regalaban el poder de moldear a su antojo... Con una trampa; si volviera a la realidad ya no tendría la misma fuerza, así que tendría que asumir el riezgo, que sea el azar quien decida... Y lo hacía sin detenerse a pensar, una y otra y otra ves. Entonces el mundo se movía a su antojo falto de conciencia... Y ella se deleitaba. Él se deleitaba al ver su despertar de ensueños. Era todo un espectáculo. Esa ves... Empezó por su cabeza. Estába sentada de lado con un pie debajo del muslo y el otro pie apenas rozando el tapete blanco sobre el piso de madera que acercaba la cama a la ventana, que permitía darse un momento con uno mismo sin dejar al otro.
Ella se empezó a mover, giraba el cuello lentamente y Gerhard pudo ver una sutil e implacable sonrisa dibujada en su rostro, se movía con la sensualidad de un gato que trata de llamar la atención, eran precisos sus movimientos y se arrastraban el uno al otro, dejando caer la sábana que cubría la perfección de su cuerpo; un giro de noventa grados hasta quedar sentada, sonriente, desnuda, y por fin, despierta. Supo que era entonces hora de abrir los ojos que no se sabía a ciencia cierta si eran grises, verdes o azules. Y así fué. No sólo abrió los ojos, sino que dirigió directamente su vista hacia el lugar en que lo sabía acostado y le atravezó con una flecha aquella máscara que no sabía dejar guardada. La destrozó con la mirada y lo desnudó en un palpitar.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encanta.

Als dijo...

Me gusta la nueva imagen de tu blog.
Espero leer algo nuevo tuyo algún día.

Suerte.

Un tipo dijo...

Estoy un poco decepcionado.
Aún así, seguiré esperando algo más.

Saludos y suerte, la mereces

S. dijo...

No he de decepcionaros... A ninguno de los dos.
Ya lo verán.