Poco a poco las espinas empiezan a instigar la carne y un líquido cristalino, rojo cristalino empieza a arropar mi cuero... Se desliza como sus manos... Un poco más frívolo... Un poco más frío... Pero con la misma agilidad... un poco menos placentero.
Me remonté a aquellas épocas en las que sentí volar mi cuerpo, mi alma junto a él. No recuerdo que se sientiera igual. ¿Por qué me alejo? Es miedo acaso... O mi cuerpo ya no aguanta más... Quiero seguir. No me rendiré a las alas tan fácilmente.
Y entonces fué cuando ya no supe que hacer... Caí en la realidad y mis delirios quedaron en aquel plano en donde quedan siempre los pensamientos en reposo.
Me sentí bajar tres nubes y acercarme más a las estrellas a la ves. Mi cuerpo se había separado de mi corazón y alma y me desgarró... Pude caer en el dolor, al vacío. Perderme en una espiral que no me pertenece, pero estuve justo a tiempo para ver que aún estában cerca, que aún los sentía pegados a mi, y ese era el desgarre, así que los intenté frenar, le dije no a la gravedad de dos dimensiones absolutamente humillantes cuando piensas en ellas y te comparas, te presumes... Les dije no más. Me fuí hasta el límite del ser y rogué ser feliz. Rogué por un cuerpo no vacío, un corazón palpitante y mi alma cerca a mi.
Pedí una ves más que no me fuese arrebatado todo, que fuese ésta ves mi turno para ganarle al Karma.
Pedi que éste que me ata a la vida, fuese el hilo de plata a mi felicidad.