8 de enero de 2010

Delirios...

Todo converge...
Cada ves me hace sentir un poco más miserable.
Siento la soledad pisar me los talones, como una sombra...
Como alguien que se hace llamar mi sombra.

Y siento, siento que me persigue como un cazador con su arma.
Y no quiero que me alcance.

Esa sensación de arena que se desvanece con el puño cerrado.
De querer atarse a un material volátil.
De perder todo en un parpadear de ojos.
Ojos que lloran y lágrimas que bordean la más humilde de las sonrisas...
Aquella que recuerda con anhelo.
Ésa que acepta el peor de sus miedos,
el peor de sus males con la cabeza en alto
y el corazón en el puño, sintiendo que se va con el viento.

Entonces llega la dualidad...
¿Lo dejaré ir? o ¿Me aferraré a él aún cuando se ha marchitado?
Y el instinto, ése animal domesticado dentro de si
en un acto final de supervivencia
Aprieta la mano con fuerza.
Pero allí la mente debe actuar.

Y resulta ser amarrado, ligeramente libre para bombear,
un débil palpitar, apenas audible; imposible de sentir.

Y la sonrisa de llena de dolor, los ojos se tornan vacíos en el silencio
mientras las lágrimas se arremolinan
al entrar en el lugar que solía ocupar el alma que se va.
Se va fuera de mi, ya no perteneciendo a éste cuerpo.

"Evil came to me and said... My arms are not to hug you. Not now, not again; your soul no longer belongs to me. He took it away. And as you gave it to him, you might not be ever again yours to keep..."